Axel Kicillof se asoma a una encrucijada dilemática: con sectores de La Cámpora jugando abiertamente a erosionar su autoridad, el gobernador bonaerense debe decidir si empieza a armar una estructura propia de cara al 2027 y a apuntalar un mensaje que sincere públicamente el conflicto que mantiene con Máximo Kirchner por la sucesión del liderazgo y del control del peronismo, o seguir concentrado como un monje en la gestión sin hacer caso a las provocaciones ni enchastrarse en la inmundicia de la política interna.
“El soviético”, como lo llamó despectivamente el presidente Javier Milei una semana atrás, no es de engancharse en los asuntos mundanos del fuego amigo. No es su estilo. Además sabe que atacar a Máximo Kirchner es agredir a Cristina Kirchner.
Para sus proyecciones nacionales, Kicillof puede darse el lujo de enemistarse con La Cámpora, pero no con Cristina Kirchner. En última instancia, ella custodia la gran mayoría de los votos del kirchnerismo.
Ella logró que la mayoría de los votantes de su espacio hicieran fila para votar a alguien que no terminaba de cuajar en el paladar K como Sergio Massa, mientras se aseguraba la lapicera para poblar de camporistas las listas legislativas.
Si Cristina volcara sus preferencias hacia otro candidato, las chances de Kicillof quedarían aniquiladas.
Un grupo importante de intendentes kirchneristas duros, con Jorge Ferraresi y Mario Secco a la cabeza, están literalmente hartos de los privilegios de Cristina para la agrupación de su hijo y quieren que el gobernador tironee de la lapicera. “Lo usan a Axel para enfrentarnos a nosotros”, contestan desde La Cámpora.
Lo cierto es que Máximo Kirchner le ha hecho varias zancadillas al gobernador, algunas totalmente evitables, como cuando lo “retó” por el pecado de haber dicho que había que “componer canciones nuevas” en el peronismo.
El “yate gate” tuvo sabor a venganza para el kicillofismo, porque había sido Máximo Kirchner quien le intervino el Gabinete a Kicillof para ponerlo a Martín Insaurralde como jefe de Gabinete, quien entonces fungía como mejor aliado del camporista en el PJ bonaerense.
Sin embargo, el gobernador nunca intentó hacer leña del árbol caído con esta situación y aplicó una política de “reducción de daños” que a juzgar por los resultados fue exitosa: fue reelegido mandatario bonaerense con un aluvión de votos.
La Cámpora, por su parte, amplió su esfera de poder con una docena de intendentes en todo el país, y mantuvo su poder de fuego en el Congreso nacional gracias al monopolio de la lapicera de Cristina Kirchner.
De todos modos, enfrenta cada vez más resistencias internas, ya no solamente del PJ tradicional, sino también del kirchnerismo duro que antes de que Cristina Kirchner se retirara de la política institucional hacía “saludo uno, saludo dos” a La Jefa.
Hoy esos sectores se voltearon y, sin reconocer la influencia de Cristina Kirchner en la arena política, ven en Kicillof como el faro que alumbra el camino hacia un nuevo Gobierno “nacional y popular”.
En esta disyuntiva, el gobernador empezó a dar algunos visos de independencia y a construir un “-ismo” en base a su apellido, algo a lo que se negó por años.
El reciente lanzamiento en La Plata (kilómetro cero del kicillofismo) del “Frente Popular Patria y Futuro”, la organización que armó su alter ego “Carli” Bianco a partir de la convergencia de varias agrupaciones kirchneristas alejadas de La Cámpora, es un claro síntoma de este movimiento con miras al 2025 y al 2027.
Amigo personal, mano derecha del gobernador y dueño del famoso Clio, Bianco cerró el acto de presentación del nuevo frente que aglutina, entre otros dirigentes, al ex legislador porteño José Campagnoli, de Espacio Puebla; la concejala platense de la Corriente Nuestra Patria Cintia Mansilla; el secretario general de Sipreba, Agustín Lecchi; Yanina Settembrino y Manuel Bertoldi de la Federación Rural; la ex ministra de Mujeres Elizabeth Gómez Alcorta; el secretario general de los Metrodelegados, Beto Pianelli; y la ex ministra de Economía e integrante de la Corriente Nacional 25 de Mayo, Felisa Miceli.
Patria y Futuro será uno de los pilares de la estructura militante del nonato kicillofismo, junto a la organización espejo “La Patria es el Otro” que armó Andrés Larroque a partir de la confluencia de otras agrupaciones ultrakirchneristas preexistentes.
En este primer anillo de apoyos políticos se encuentra el intendente de La Plata, Julio Alak, a quien Kicillof le depositó toda su confianza durante la campaña y sus recorridas frecuentes fueron claves para recuperar este distrito contra todo pronóstico.
Otros intendentes alineados con Kicillof son los de Berisso, Fabián Cagliardi; La Matanza, Fernando Espinoza; Florencio Varela, Andrés Watson; Ituzaingó, Pablo Descalzo; y Villa Gesell, Gustavo Barrera.
En el armado están algunos destacados miembros de su Gabinete, como el mencionado Larroque (ministro de Desarrollo de la Comunidad); el ministro de Trabajo, Walter Correa; y de Infraestructura, Gabriel Katopodis; la jefa de Asesores, Cristina Álvarez Rodríguez; y la vicegobernadora, Verónica Magario.
Y a este grupo deben sumarse los integrantes del núcleo íntimo del gobernador como los ministros de Economía, Pablo López; y de Comunicación, Jesica Rey; la secretaria general, Agustina Vila; y los titulares de ARBA, Cristian Girard; y del Banco Provincia, Juan Cuattromo.
El gobernador ya sumó a sus filas, además, al Movimiento Evita y a Barrios de Pie, a través de la designación de Gildo Onorato como titular del Instituto Provincial de Acción Cooperativa, y de Daniel Menéndez como subsecretario de Economía Popular, bajo la órbita de Larroque.
El 18 de mayo, en Florencio Varela, Kicillof encabezara un acto con todos estos sectores y tendrá un gesto político hacia quienes ya empezaron a agitar el operativo clamor en torno a su figura.
Allí, el gobernador podría pronunciarse en contra de la cumbre del 25 de mayo en Córdoba y pedirle a la militancia que movilice a las calles en defensa de sus derechos, para que meter presión en contra de la Ley Bases.
Si bajara esta directiva, iría en sentido contrario a la línea de La Cámpora, que en estos meses se caracterizó por estar desmovilizada, más allá de fechas muy puntuales como el 24 de marzo o la marcha universitaria del 23 de abril.
NA.